El Lobo dice...
Nunca pensé extrañarte tanto,
ahora que la lejanía y esa muralla de hielo que nos separa me hacen pensar en
lo que dejamos de hacer cuando estábamos juntos, lo que no dijimos, lo que de
alguna u otra manera me permitirá volver a verte sin rencores y falsos enojos,
todos esos pensamientos, todos esos deseos, todas esas palabras estoy dispuesto
a dártelas, soltarlas y regalártelas, en primer lugar porque mereces saberlas, en
segundo porque tú las inspiraste y en tercero porque para mi es importante
volver a vivir sin que me duelas.
No empezaré una lista con mis
errores o con los tuyos, simplemente trato de recordar el momento en que perdí
el valor, el momento en que a pesar de disfrutar tu compañía dejé de abrazarte,
en el cual me preocupaba demasiado el no hacerte sentir incómoda, será la
experiencia de nuestras propias vidas, o mi constante encierro en el que
levanto murallas para que no me lastimen, pero me dejan encerrado sin garantía
de seguridad, siempre hubo detalles, pequeños gestos que hacían contraerme, indecisiones
básicas y la sensación de que perdía mi libertad que con gusto había puesto en
tus manos, pero que ni yo mismo sabía el valor que tenían.
Quise hacerte sentir querida,
deseada y amada, quería que nos encontráramos, hacer todo lo que no había
podido hacer con mis relaciones anteriores. Todo empieza con un principio, la
emoción de los primeros mensajes, la expectativa de conocerte, el escucharte
por primera vez y jamás averiguar nada más de tu pasado, para mí no fue una
broma, mucho menos un juego. Me diste mucho más de lo que sentía merecer, no
solamente en el plano material, también me llenaste de esperanza, de buscar por
primera vez en muchos años una meta compartida.
¿En qué momento comenzó a
perderse todo esto? Empezó cuando decidimos compartirlo todo, cuando entré en
tu vida por completo, cuando ya no eran momentos si no noches completas
compartidas, cuando estábamos juntos y fuimos sintiendo el temor de la separación,
porque estábamos juntos todo el tiempo y aun así no había tiempo para un
nosotros, porque no quise jamás sacrificar un fin de semana lejos de mi hijo,
porque me molestaban los abusos de los que eras objeto y no podía decir nada. Empezó
la primera noche que dormimos enojados.
Repetí mi historia, me encerré,
te dejé fuera de la muralla y me arrepiento de ello, quería verte tan sonriente
como en tus fotos, ser parte de esa alegría que tan bien plasmas en imágenes
pero que pocas veces compartimos juntos, quería conocerte pero en medio de esta
relación te encontraste tan perdida como yo, dejaste de creer en lo que eras y
yo estuve ahí y no pude hacer nada.
Peleamos, nos violentamos,
perdiste la admiración en mi, pensamos en la mejor manera de trabajar sin que
esto siguiera afectando nuestra relación y no fue así. Nos perdimos en un
espejismo que ni siquiera disfrutamos porque teníamos tanto miedo de perdernos
de no estar juntos que terminamos cada uno por nuestro lado, sin querer
recordar todo lo maravilloso que tuvimos, sin reparar en las tantas muestras de
solidaridad que tuvimos el uno para con el otro.
Me sentía un poco ajeno a tu
universo familiar y te soy sincero, nunca quise que te involucraras más con mi
hijo para evitarnos problemas, es mi gusto egoísta, la única manera de saber
que tengo el control, al menos en teoría. Me gustaba atenderte, sentirme útil,
admirado y querido, me gustaba reír contigo, bailar contigo e intimar de tantas
maneras, pero siempre hubo algo que faltó, al menos de mi parte siento que debí
reforzar mi admiración y atención por ti, evitar controlarte, ponerme firme en
mis propias convicciones, señalarte con todo mi amor y cariño cuando
notoriamente te sabías equivocada.
Lo nuestro ya pasó, sin
embargo tengo un dolor y un sentimiento muy fuerte al verte, deseo abrazarte
muy muy fuerte y volver a verme en tus ojos, apoyarte y decirte que todo estará
bien, pero pasó mi tiempo, no quise esforzarme, no porque no valiera la pena
intentarlo nuevamente, si no porque de cualquier manera presentíamos que esto,
lo que tuvimos, lo que convivimos seguramente lo habríamos perdido.
Hace algunos días una persona
a quien quiero mucho me dijo una frase que me encantó: “Convengo porque no
alego”, eso me habría gustado lograr contigo, que estuvieras siempre tranquila
y contenta, porque me habría encantado concretar al menos una décima parte de
lo planeamos, visitar todos aquellos lugares que deseamos ver, convenirte
por ser yo, porque me gustaba complacerte y hacerte sentir mi mujer.
No dejaré de agradecerte todos
los cambios que produjiste en mi vida, el ayudarme a sanar tantas cosas, el que
me permitieras compartir tu vida, que de una u otra manera quisieras compartir
parte de la mía, olvidé los reclamos y los insultos, no por hacerme “el bueno”,
simplemente porque son cosas que me lastimaron y que no tengo por qué cargar,
me dolió, pero ya pasó.
Ahora quisiera que en un
futuro volvamos a saludarnos con sincero cariño, con ese cariño en el que además
había un poco de complicidad, volver a abrazarte y pedirte que te des cuenta
que eres maravillosa y que de haber sabido lo que sucedería con nosotros, habría
buscado la mejor forma de que todos los tragos amargos jamás los llegáramos a
probar.
No puedo volver atrás,
solamente puedo recordar con cariño esos momentos mágicos que compartimos,
acepto mi inmadurez, mi tibieza y falta de claridad, pero puedes estar segura
que te amé, hice lo mejor que pude con lo que tenía, te sigo extrañando y algunas
veces me gustaría saber qué es en lo que tu piensas.
Dejo todos los momentos
divertidos, alegres, sensuales, en general todos los buenos recuerdos, tiro a
la basura esos momentos amargos, tristes que solamente nos lastimaron pero que
nos dejaron aprender un poco más de cada quien. Escribo porque así me conociste,
porque me cuesta menos trabajo y menos explicaciones, porque así no olvido lo
que quería decirte.