Benito sintió en su piel, el roce visual que la mirada de ella dejó encarnándose en su deseo, palpa con sus labios la dulzura de ese aroma que poco a poco lo aleja del ensueño para colocarlo en la absurda vigilia. Se estira como su gato, saboreando ese aroma de la mujer deseada, enamorada y que olvida rápidamente al abrir los ojos. Sólo le queda el gusto de haberla besado, o haberla soñado besándolo.
El sol se comienza a ocultar, Benito se asoma al patio y mira divertido a la Alma Marcela saliendo de su vivienda, muy vestida de lentejuelas, muy entaconada y haciendo equilibrio. Loqueando y gritando a todo pulmón, que necesita un Macho. Benito la saluda desde la ventana y Alma Marcela le manda un beso tronado con toda la palma de la mano, hace dos o tres cabriolas relampagueando de lentejuelas y comienza a gritar nuevamente -¡Hoy es viernes y ¿no hay Macho para mi?
Benito se aleja de la ventana sonriendo, Alma Marcela le cae muy bien, siempre respetuosa y aunque extraña, es buena amiga, un día cuando ambos regresaban de sus respectivos trabajos Alma Marcela, trajeada como Marcelo le comentó -En serio Benito, si yo fuera machín de a devis, me encantaría ser tú. Cada vez que Benito veía a Marcelo sonreía al recordar ese "piropo".
Casi dan las siete y Benito se pone sus botas vaqueras, su pantalón desgastado, la playera y camisa blanca; cierra la llave de paso y le deja comida al gato. Se dirige literalmente, a chocar con su destino.