Colocas nuevamente tus piernas sobre mis costados, y siento tu humedad hirviente cerca de mi, me sigues besando, una de tus manos sobre mi nuca, la otra ahora sujeta mi lujuria erguida y dispuesta a invadirte, me rozas con tu humedad, y despacio siento esa cavidad rosa en ebullición, milímetro a milímetro tu almíbar me recibe, al tiempo en que un suspiro jadeante escapa de tu garganta para encontrar arrullo en mi oído, trato de desatarme para abrazarte y sujetar tus caderas, sumergirte en mi cuerpo e intruso recorrer lo más profundo de ese delicado y lascivo valle carnal.
Escucho tu risa entre gemidos y jadeos, me dices que estás en un carrusel, que soy tú juguete, tú carrusel, tú esclavo, tú carrusel, subes y bajas cada vez más entusiasmada, embelesada de los aromas, del brillo de mi pecho ungido por tu aceite y tu sudor, de ese calor que se extiende desde tu entrepierna, a penas contenido por el corsé de cuero negro, colocas uno de tus deliciosos senos en mi boca, me obligas a succionar y a morder, mientras sigues con el sube y baja de tú carrusel, me quitas la mantilla para ver la estulticia reflejada en mis ojos, sonríes malévola y te inclinas hacia atrás, arrancando tu seno de mis labios te recargas en mis rodillas, mientras percibo el aroma animal, sándalo, cuero, tu piel, nuestros humores condensados y fluyendo en mis muslos.
Te arqueas explotando en húmeda delicia, como Musa poseída por Príapo, en niña traviesa que se niega emberrinchada a bajar del carrusel, en estertores convulsos te conviertes en mar, en mar bravo y cálido, me inundas y al mismo tiempo recibes en tu interior el empuje líquido emanado de mi, ambos nos escurrimos en embriaguez de cuerpos, del aroma del sándalo, del aroma de tu saliva y tu sudor, me convertiste en Invasor convidado a ese festín de suspiros y aromas, de sensaciones y rozamientos llenos de perversa alegría. Mi respiración continúa agitada, bramando. Me consuelas con tus senos ofrecidos hasta mi boca; me abrazas y respiras languideciendo sobre mi cuerpo; Suspiras y me dices con intención de encenderme nuevamente -No te muevas, solamente pondré una nueva varita de incienso y esta vez en verdad te haré sufrir.
Escucho tu risa entre gemidos y jadeos, me dices que estás en un carrusel, que soy tú juguete, tú carrusel, tú esclavo, tú carrusel, subes y bajas cada vez más entusiasmada, embelesada de los aromas, del brillo de mi pecho ungido por tu aceite y tu sudor, de ese calor que se extiende desde tu entrepierna, a penas contenido por el corsé de cuero negro, colocas uno de tus deliciosos senos en mi boca, me obligas a succionar y a morder, mientras sigues con el sube y baja de tú carrusel, me quitas la mantilla para ver la estulticia reflejada en mis ojos, sonríes malévola y te inclinas hacia atrás, arrancando tu seno de mis labios te recargas en mis rodillas, mientras percibo el aroma animal, sándalo, cuero, tu piel, nuestros humores condensados y fluyendo en mis muslos.
Te arqueas explotando en húmeda delicia, como Musa poseída por Príapo, en niña traviesa que se niega emberrinchada a bajar del carrusel, en estertores convulsos te conviertes en mar, en mar bravo y cálido, me inundas y al mismo tiempo recibes en tu interior el empuje líquido emanado de mi, ambos nos escurrimos en embriaguez de cuerpos, del aroma del sándalo, del aroma de tu saliva y tu sudor, me convertiste en Invasor convidado a ese festín de suspiros y aromas, de sensaciones y rozamientos llenos de perversa alegría. Mi respiración continúa agitada, bramando. Me consuelas con tus senos ofrecidos hasta mi boca; me abrazas y respiras languideciendo sobre mi cuerpo; Suspiras y me dices con intención de encenderme nuevamente -No te muevas, solamente pondré una nueva varita de incienso y esta vez en verdad te haré sufrir.