Estoy abriendo mis lindos ojos y traigo un dolor de cabeza el cual se puede calificar en la categoría de "criminal", también las mandíbulas me duelen pues ayer (hace rato) estuve con un grupo de nuevos amigos, nos estacionamos en una Institución del Municipio de Atizapán de Zaragoza bien conocida como "The Horse's Pub" o para aquellos que no dominan la lengua de Shakespeare "El Caballos bar", durante unas horas compartimos Vodka y a la Jarocha (quien después supe era tan chilanga como la torta de queso de puerco de Chapultepec) misma que dió una magnífica muestra de baile guapachoso y norteño y quién con su grito de guerra Huyyyyy, nos puso un baile a todos los invitados a la mesa del señor (del señor Yong, no quiero malos entendidos).
Tenía un rato sin ir al Caballos Bar, más o menos unos diez años (aunque no lo crean) y me dio mucho gusto ver que esta, un centro de esparcimiento y de sana diversión, continúe tan vigente como la famosa "Pocahontas" quien desde ese entonces ya sacaba brillo a la pista de mis recuerdos. Fichaban (porque aunque no lo crean, esas damas de la noche eran eso, ficheras) a cinco pesos el baile y las canciones a penas superaban los dos minutos, después tu "guapa" acompañante se sentaba en tu mesa y pedía un trago de a $25.00 (Champagne por lo regular) y tenías derecho a meter mano (por encimita) y a platicar con ellas, nada más.
Al apreciar nuevamente este ambiente entre sórdido y desenfadado, de luces rojas y canciones de antes, de clientes regulares y anhelada alegría, de charla política y de bromas verdes y coloradas, me sentí feliz, contento de estar en medio de desconocidos (excepto Mr. Yong) y que aún así brindaran conmigo, celebraran mis comentarios y hasta me pusieran el mote cariñoso (pero poco original) de "El Pelón" así transcurrieron cerca de dos botellas, pasaron a nuestro lado la delgada Vanessa y la sonriente Pao, quién muy linda me entregó una servilletita con su nombre y la pregunta del mío, eso me hizo sonreír también, y por supuesto tuve que mentir.
El espectáculo ha cambiado desde esos ayeres, antes se presentaba una auténtica Vedette, quién sólo mostraba sus senos protegiendo sus pezones con "tirititas multicolores" y su estola de plumas rojas hacía soñar a la concurrencia; ahora las cosas han cambiado cada hora más o menos, el presentador y tecladista anuncia a dos (incluso llegó a anunciar a "tres bellezas en la pista") y en seguida de las consabidas primera, segunda y tercera llamada unas mujeres que su belleza es directamente proporcional a los tragos que lleves encima, con cadencia y muy poco ritmo, organizaron un descolorido strip tease con los acordes de "Creep", después de ver sus senos maternales y esas caderas prominentes (no hago mención de la cintura porque por más que busqué no la encontré en ninguna de las bellas edecanes), me sentí menos borracho de lo que pensaba, me dieron ternura.
Ya eran cerca de las tres de la madrugada cuando llegó la hora de la pelea con el Maître, al revisar la cuenta con la consabida frase ¿pues quién cojió? pues la suma ascendía a un poco más un mes de salario mínimo de un obrero, la Jarocha al ver que "ya no había luz" nos abandonó por un mejor postor, lo mismo que Vanessa. Es cierto, el amor en esos lugares es efímero y dura lo que duran las sorjuanas en el bolsillo. Ninguna de las dos se quiso quedar un minuto más, ni siquiera después de haberle pedido a la sonora que amenizaba el antro, que tocara para ellas en el transcurso de la velada "Corazón Colorado", "Gavilán o Paloma", "Lagrimillas tontas", "Debut y despedida" y otros éxitos de la música de hoy y siempre. Cancholita estaba destrozado.
Así fue mi reencuentro con el Caballos Bar y con el Sindicalismo en México, me encantó hablar de política, que las mesoneras me manosearan (pues no es por nada pero recibí hartos piropos y gratis), bailar una o dos piezas con la chilanga Jarocha, reír, compartir con un viejo y con nuevos amigos una parte importante de nuestra cultura noctámbula y chichimeca. Sólo faltó que llegaran, en medio de la música de la Santanera, de los Ángeles negros, de los Yonic's y de Marco Antonio Solís, El Caballo Rojas del brazo de "la Corcholata", para seguir sacándole lustre a la pista de parquet.
