El extraño caso del hombre sin pelo

¿qué diablos me hizo ponerle semejante título a este post? En realidad no lo sé, un impulso simplemente, tal vez una serie de acontecimientos me hacen escribir por el hecho de no querer pagar $10.00 de multa, en fin puede ser todo ello o nada en lo absoluto; sin embargo lo disfruto, disfruto escribir de impulso, sin poner demasiada atención en lo que pienso, pero sí en lo que escribo, buscar la menera de llevarlos lectores míos hasta este punto, haberlos enganchado de tal manera que deseen seguir leyendo para saber si esta sarta de palabras alocadas terminará en un sermón, como ha sucedido últimamente o si les contaré mi última desventura amorosa o si tal vez los voy a invitar a algún lado o si...

Me encanta saberme leído, saber que mis palabras pueden causar tantas espectativas, saber que si han leído todo lo anterior recibiran mi agradecimiento. Lo importante no es lo que se dice, si no lo que se calla o se escribe. Al menos así es para este Lobo lampiño y querendón.

Estoy regresando del cine, vimos Juno, lloré como hace mucho no lloraba en el cine, me movió muchas cosas de las que siempre damos por hecho, sé que la vida no es fácil, sé que no sabemos como llevarla, sé que cometemos errores y algunos hasta los repetimos muchísimas más veces de las que es posible tolerar, porque pensamos con los huevos y no con la cabeza, porque somos seres concupiscentes y pecadores y nos envuelve la culpa, porque escribimos y ya no tendremos que pagar $10.00 de multa, porque muchas personas cuentan con nosotros y nos cansamos de sentir culpa.

Es extraño lo que un buen libro, una anécdota o una buena película pueden hacer en tu cabeza, véanla, no saldrán decepcionados.

Mientras tanto me preparo para recibir a mi cachorrito este fin de semana, dieta de sushi segura.

Reciban de este Lobo todas las gracias, todos los besos, todos los aullidos de luna menguante.